jueves, 18 de diciembre de 2014

3 años

Hay cosas que cuesta afrontar, contar, expresar aunque sea por este canal que ya no leerá más que algún perdido de la vida. Pero como es mi canal, dejo abierta esa rendija a quien se asome aunque sea por error.

3 años hace ya del momento más difícil que jamás pasé en mi vida. Cambio radical que me cambió para siempre. Desde entonces no soy el mismo, puede parecer que sí, pero no.

No, no tuve problemas de salud ni se me murió nadie. Simplemente el que mató fui yo y aunque no pulsé ningún gatillo ni le retorcí el pescuezo a nadie asesiné algo demasiado bonito que se había gestado durante 11 estupendos años. Los mejores de mi vida, sin duda.

Morir matando. Matar y suicidarme emocionalmente a la vez. Lo del suicidio lo llevo mejor. Al fin y al cabo lo que uno haga consigo mismo es su propia jurisdicción y uno se suicida como quiere. Lo malo es cuando a tu lado dejas víctimas inocentes. Eso no se levanta en 3 años y sospecho que tampoco en 33 y uno se lleva eso en las espaldas y en la garganta porque sino este nudo que tengo ahora no me lo puedo explicar... Todo no se puede tragar, se queda ahí recordándote qué haces y quién eres. Es bueno no olvidar.

Y aunque quisiera olvidar, en realidad no quiero que pase. Si olvidas no te acuerdas y si no te acuerdas vuelves a una especie de tabula rasa y no. Tabula rasa ni por asomo. Porque un dinamitero no tiene que olvidar que buscó el explosivo, lo colocó (mal) y no tuvo el valor de pulsar el botón, se lo tuvo que pulsa la víctima por él.

Podría parecer cobardía, pero no lo parece. Fue, es y será cobardía. Y uno tiene que cargar con eso con ser un dinamitero cobarde y en ello estoy aunque hayan pasado tres años. Tres años.

Hice una apuesta y el que no apuesta no pierde y, en el balance, gané y perdí. No sé cuánto de cada, el caso es que mi vida se transformó y aún ando en proceso de ensamblaje.

Lo realmente curioso es que de esa explosión no controlada ha surgido vida que de otro modo no habría surgido. Es la gran paradoja de todo esto. De los pedazos de algo y del dolor surge algo bonito que aún no conozco en persona porque estoy lejos.

Claro es que en eso también soy experto, en huir. Explosioné un proyecto de vida y me marché a Boston como el terrorista que tiene perfectamente pensado el plan de actuación y escape pero sin tenerlo tan preparado saliendo a la carrera del lugar del crimen y dejando un montón de evidencias en la huída.

Tres años huyendo. Tres países. Cuatro domicilios. Tres años a caballo entre dos ciudades. Pero por mucho que uno huya hay cosas que se vienen con uno.

Afortunadamente, parte del desastre está reconstruido y aunque aún me cuesta mirar a los ojos a esa persona, porque la culpa es buena tenerla presente sin que te arda demasiado, pero presente, logramos volver a reírnos porque llorar ya se lloró demasiado.

3 años han pasado pero lo recuerdo como si fuese hoy porque no lo quiero olvidar porque si olvidas no te acuerdas y podemos volver a pulsar el botón de implosión vital como si fuese la primera vez y yo, con un suicidio, ya tengo bastante.


Y como tengo mucho de cobarde que huye se me da mejor las gracias que dar otras cosas, por ejemplo explicaciones. Gracias para siempre.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Equilibrio, poder y querer y tal y cual

Silenciosa, así es la mayoría de las muy pocas personas que leen este blog mío que está escrito a caballo entre las tripas, la contención y mis pajas mentales. Lo que comenzó siendo un ejercicio de pura vagancia y comodidad resulta que gusta... La gente rara sois realmente rara.

Y lo sé porque me lo dicen y me preguntan por nuevas entregas y, joder, si algo no soy yo es metódico y disciplinado. Escribo cuando me sale y como me sale y hay muchas veces que no sale porque no hay y donde no hay, no sale.

Porque igual alguien se piensa que yo soy muy de contar pero, que va, tiendo al hermetismo personal hasta que luego tiendo a lo contrario cuando quiero. Pero resulta que muchas personas que aprecio y me aprecian (creo, eso nunca se sabe del todo) me decían cuando me iba a venir por aquí eso de: "ya me irás contando" y yo me veía en una espiral de ir contando cuando yo no soy muy de contar y menos aún así en entregas personalizadas.

De hecho, ya no voy a publicar más en el facebook que hay nuevas entregas porque ya se me sale de lo íntimo a lo semimasivo. Y aunque me gusta el mogollón, no me gusta en las cosas mías y personales.

Así que pensé que este medio podría ser el mejor para poner mis tontunas y, mire usted, el que quiera que lea y el que no pues se libra de sufrir porque es que no soy muy de contar porque para contar tiene que salir y hay veces que no sale porque lo que uno contaría no se debe contar o no le interesa a todo el mundo. En realidad no lo pensé yo, mis compañeros del programa de Radio "Subidos a la nube" como que me obligaron y a mi si me obligan soy muy de obedecer aunque no sea muy de contar.

Tampoco ha pasado nada especial, más bien estoy teniendo un giro (uno más) en la forma de percibir esto y aquello. Ahora he entrado en fase de post, estoy pensando, mirando, dando vueltas, revueltas a qué hacer, dónde ir y porqué cuando termine aquí. Que me queda medio año pero uno, aunque no sea muy de contar, sí que es prudente en según qué circunstancias y comienza a intentar manejar lo poquito que uno puede manejar de su propio destino. Porque aunque nos digan que uno maneja su destino eso es mentira y querer no es poder, querer es querer y poder es poder y si no serían sinónimos y no los son.

Y yo hago lo que puedo o lo que me dejan y no lo que quiero.

Y como no soy de contar no pienso contar el abanico de cosas que ando tocando y mirando porque alguien podría pensar que estoy perdido en la vida (cuña de ironía patrocinada) pero, quien me conoce sabe que me paso parte de mi vida maquinando situaciones y escenarios porque si me paro me mareo. Siempre en movimiento, sino pierdo el equilibrio y ya lo perdí casi hace tres años y tropecé y volví a tropezar y me volvía a caer hasta que me puse en movimiento de nuevo.

Porque, sinceramente, tras estos seis meses que me quedan, que van a ser los mejores de mi vida, no sé si me quedaré aquí, volveré a mi casa para volver a volverme o para no volver y devolverme a otro lugar. Total, mi vida ahora está empaquetada en un par de mochilas y el trastero de mi mejor amigo y eso me permite ser flexible y ver cómo se desarrollan los acontecimientos vitales y decidir. Porque uno no puede planear tanto como nos dijeron que podíamos porque las cosas cambian y pasan fuera del control de uno mucho más de lo que creemos.

Y, como casi siempre, se trata de cruce de caminos. Sin saber muy bien como, te vas encontrando con personas y esas personas son las que hacen que un lugar o una situación se convierta en interesante y, esto señores y señoras, se está poniendo interesante. Me gusta Colombia y habrá que hacer por ver cómo puedo retornar cuando toque marchar porque ese momento llegará porque uno hace lo que puede, no lo que quiere.

Además, si no fuese por la familia y los amigos percibo que poco tengo allá cuando comienzo a tener cosas acá y cosas son situaciones y personas de interés que desplazan a las situaciones y personas de interés que tenía antes allá porque cosas de tener, pocas tengo. Que no sustituyen pero si reemplazan en el día a día y el día a día es lo que sirve porque uno no puede controlar tanto la vida como le dicen porque yo hago lo que puedo, no lo que quiero.

Y, de paso, como no me puedo parar quieto ya me he sacado un par de cursos on line, colaboro en la distancia con otra ONG inglesa, soy la única persona que juega a basket en esta ciudad, estoy aprendiendo a bailar salsa (fin de las risas, por favor), los viajes de 12 en horas en bus no me afectan, preparo mochilas en tres minutos y las deshago en dos, me muero de ganas porque llegue diciembre y marcharme a Boston, planeo carnavales en Recife (Brasil) porque creo que se me cae Cádiz este año, la semana que viene llegan tres compañeros más y aquí seguiremos.


Y luego ver venir porque si me paro me mareo y me caigo y no me voy a caer porque luego me cuesta recoger los pedacitos que se quedan por el suelo.

Mientras escribo escucho: Power. Kayne West

sábado, 11 de octubre de 2014

Seis meses, seis.

Así, sin darme cuenta seis son los meses que llevo por Colombia. Como toda cifra está cargada de relatividad y relativismo que son cosas diferentes aunque pueda parecer que son lo mismo.

Seis meses de tu vida cotidiana son seis meses más, seis meses donde casi todo lo que te rodea lo tienes más o menos controlado son seis meses normales, seis meses donde las necesarias rutinas son la pauta, son seis meses. Sólo seis meses. Y no tienen que ser malos seis meses, posiblemente sean seis meses tan buenos o más que los anteriores aunque hay riesgos de que sean seis buenos meses del montón de los seis meses buenos que tenga uno por ahí.

Sin embargo, cuando decides dejar todo o casi todo y cambiar de país y meterte en una actividad poco habitual tan bonita como intensa pero exigente en lo emocional, seis meses, además de muy poco tiempo, son mucho más que seis meses comparados con los montones de seis meses que ya viví.

Como ya comenté en un post anterior es cuestión de perspectiva y, esta, va cambiando, va rotando, se va acomodando. Dos planos de realidad con los que convivir, allá y acá y comienzas más allá que acá y terminas acá con poca conexión vivencial con allá hasta el punto de que comprobar que el sacrificio de un perro, por causas de riesgo de contagio, sea debate nacional. Desde la perspectiva y el plano de realidad de acá, esa noticia, transita entre lo increíble y lo obsceno, por ejemplo.

Será cuestión de que, como dicen los colombianos, uno ya está amañado por acá y comprende mejor esto y lo vive como "la realidad" y lo de allá son cosas lejanas. Y es que el 90% de los problemas de allá, comparados con los de acá dan vergüencica. Pero todo es cuestión de la perspectiva y del plano de realidad que te toca vivir. No hay cualidad en el fondo de vivir los problemas o las situaciones porque, estas, están totalmente circunscritas al momento de realidad en las que aparecen.

Y entre vueltas a la cabeza, ubicarse en el mundo y darte cuenta de que esto tiene su punto han pasado seis meses, seis.

Con sus apuestas fallidas porque sino apuestas no pierdes. Pero cuando metes el perder en la batidora de lo relativo te das cuenta que hay una ganancia. Nada que ver con el destino ni con el que si es así es porque tenía que ser así sino que el azar y las casualidades son buenas aliadas si quieres y sabes coger su ola.

Porque me quedé sin vacaciones por apostar por una Observación Electoral en Bolivia, que la tenía en la mano pero se esfumó y me quedé sin vacaciones y sin observación electoral porque se la esfumaron por mi cuando ya me habían confirmado que iba pero el quedarme sin ninguna de las dos opciones posibilitó que pudiera ir al sitio más bonito que he visto desde que llegué a Colombia y, además, conociendo a gente estupenda.

¿Destino? Qué va, pura casualidad porque era la opción tres y menos deseada. La carambola tres de tres opciones la tercera opción de los tres tristes tigres.

Y como al final no me voy a Brasil en navidades, me voy a Boston. Cambio calorcito por un taco de nieve y otro de recuerdos y encuentros con buenos amigos que allá dejé. No voy a salir perdiendo, saldré ganando. Pequeñas victorias parciales que vienen del mismo lugar de donde vienen las apuesta perdidas.

Y, mientras tanto, sigo a la espera de una nueva carambola y de una nueva casualidad aunque en realidad no la espero porque la voy a buscar porque si no buscas no encuentras y sino apuestas no pierdes. Y aquí hemos venido sabiendo que los ganadores son otros y, a los demás, no nos queda otra que seguir buscando y perdiendo para poder ganar un poquito alguna vez y buscando y perdiendo uno se hace más fuerte. Somos duros.


Así que me esperan otros seis meses, seis mejores, más bonitos, más intensos porque no puede ser de otra manera. Y cuando pase estos nuevos seis meses ya habré pasado doce aquí, pero eso será otra historia aunque en realidad será parte de la búsqueda de una nueva carambola o casualidad que no sé si me llevará allí, allá o acá, contigo, sin ti o todo lo contrario.

Mientras escribo suena: Not time to play. Guru

domingo, 31 de agosto de 2014

Movimiento

Estoy batiendo records. Mis propios records. Todo son plusmarcas personales en diferentes ámbitos y tiene la pinta de que, a lo largo de este mes, seguiré superándome. Me siento una especie de Sergei Bubka de mis propias cosas. Mi listón es cada vez más alto, pero la realidad hace que lo siga superando.
Desde que llegué a Colombia llevo un registro de las horas que he pasado en transporte del tipo que sea da igual bus, buseta, coche, moto, mula, canoa..., así como de las noches que paso viajando (el viejo truco de viajar de noche y ahorrarte el alojamiento) y, además, las noches que duermo fuera de nuestra casa.

Los resultados parciales, es decir en los primeros cuatro meses, prometen un año en movimiento y fuera de lo que es el concepto de "casa". Y es que aunque siempre me ha gustado ir de aquí para allá soy casero y me gusta pasar días enteros en casa sin grandes cosas de hacer. Tener un refugio un lugar donde en tu guarida eres dueño de tu destino: el sofá.

Mis compas me dicen que estoy colgado pero a la vez les genera mucha curiosidad saber, con datos, lo que ya sabemos. Que esto es un no parar y que nos convertimos en unos seres itinerantes porque cuando paramos y pasamos tres días en la casa nos agobiamos.

De hecho, llevo una semana fuera y todo indica que no volveré hasta el 23 de septiembre y no me importa porque, en el fondo, no tengo casa aquí y percibo que cada minuto que paso involucrado con la realidad de este país es un minuto de oro pero también es un constante ir hacia un objetivo no específico porque si por ahí hay uno que dice que hay que ir partido a partido, aquí hay que ir día a día porque nunca sabes qué puede pasar aquí y, lo que es peor, a quien le puede pasar.

Porque uno ya ha visto aquí muchas cosas. De hecho, llevo dos semanas recorriendo los mismos 170 kilometros (tres horas y media cada trayecto) con el simple objetivo de que determinadas personas puedan ir y venir a dos ciudades para preparar un evento importante y, te reconocen estas personas, que sin nosotros no se atreven a moverse en esa zona porque es una zona "caliente" y están amenazados.

¿Las razones? Las de siempre aquí y en todas las partes del mundo. Los intereses económicos de las grandes corporaciones del cultivo de palma y de Ecopetrol, en este caso. Por eso, es una sensación rara porque simplemente estando e interviniendo cuando toca logras disuadir y espantar el peligro al menos por ese día.

Que sí, que ya sé que siempre cuento lo mismo. Cuando me vaya al Caribe en octubre ya hablaré de cocolocos en la playa y pibones en bikini, pero ahora no toca.

Porque oiremos que hay en marcha un Proceso de Paz, que es cierto, oiremos que el PIB de Colombia crece espectacularmente, que es cierto. Pero hoy, sin ir más lejos, he visto como le enseñaban a un líder campesino como ponerse un chaleco antibalas y cómo, repentinamente, le ha salido un escolta en un costado. Y un líder campesino no se piense, querido lector, que es mucho más que una persona del campo que se organiza para defender sus derechos más básicos.

Es que también hoy (día productivo) he tenido la excitante experiencia de reunirme con el militar de mayor graduación y comandante de la zona en la que estoy y entre sonrisas y pullas nos ha venido a decir que sí salaos, que mola lo de los Derechos Humanos pero que la cosa está caliente y más que se puede poner. Todo un lujazo.

Porque no oímos que desde que comenzó este año más de 30 defensores de Derechos Humanos han sido asesinados en Colombia, tampoco oiremos que todos los días hay combates que no deja de ser un modo curioso de avanzar en un proceso de paz...

Pero como hemos venido a batir records, seguiremos en ello porque cuando, en cuatro meses, llevas más de 280 horas montado en un transporte y has pasado más del 60% de los días durmiendo fuera de tu "casa" significa que no hay listón imbatible.


El próximo post, será de vacaciones y será happy de la vida. I promise.

jueves, 28 de agosto de 2014

On the road

Estoy batiendo records. Mis propios records. Todo son plusmarcas personales en diferentes ámbitos y tiene la pinta de que, a lo largo de este mes, seguiré superándome. Me siento una especie de Sergei Bubka de mis propias cosas. Mi listón es cada vez más alto, pero la realidad hace que lo siga superando.

Esto que hago por aquí es intenso, duro y bonito. A veces aburrido pero en otras ocasiones chorreas adrenalina. Soy una especie de coche de carreras que pasa de 0 a 100 en unos segundos y, claro, eso tiene su desgaste tanto acelerón y frenazo genera fricción y la fricción calor y el calor quema y a mí me ha desgastado la tripa y se ha llevado mi ya escuálido culo. Casi 10 kilos he perdido desde que llegué aquí.

Pura física.

Desde que llegué a Colombia llevo un registro de las horas que he pasado en transporte del tipo que sea da igual bus, buseta, coche, moto, mula, canoa..., así como de las noches que paso viajando (el viejo truco de viajar de noche y ahorrarte el alojamiento) y, además, las noches que duermo fuera de nuestra casa.

Los resultados parciales, es decir en los primeros cuatro meses, prometen un año en movimiento y fuera de lo que es el concepto de "casa". Y es que aunque siempre me ha gustado ir de aquí para allá soy casero y me gusta pasar días enteros en casa sin grandes cosas de hacer. Tener un refugio un lugar donde en tu guarida eres dueño de tu destino: el sofá.

Mis compas me dicen que estoy colgado pero a la vez les genera mucha curiosidad saber, con datos, lo que ya sabemos. Que esto es un no parar y que nos convertimos en unos seres itinerantes porque cuando paramos y pasamos tres días en la casa nos agobiamos.

De hecho, llevo una semana fuera y todo indica que no volveré hasta el 23 de septiembre y no me importa porque, en el fondo, no tengo casa aquí y percibo que cada minuto que paso involucrado con la realidad de este país es un minuto de oro pero también es un constante ir hacia un objetivo no específico porque si por ahí hay uno que dice que hay que ir partido a partido, aquí hay que ir día a día porque nunca sabes qué puede pasar aquí y, lo que es peor, a quien le puede pasar.

Que sí, que ya sé que siempre cuento lo mismo. Cuando me vaya al Caribe en octubre ya hablaré de cocolocos en la playa y pibones en bikini, pero ahora no toca.

Porque oiremos que hay en marcha un Proceso de Paz, que es cierto, oiremos que el PIB de Colombia crece espectacularmente, que es cierto. Pero hoy, sin ir más lejos, he visto como le enseñaban a un líder campesino como ponerse un chaleco antibalas y cómo, repentinamente, le ha salido un escolta en un costado. Y un líder campesino no se piense, querido lector, que es mucho más que una persona del campo que se organiza para defender sus derechos más básicos.

Es que también hoy (día productivo) he tenido la excitante experiencia de reunirme con el militar de mayor graduación y comandante de la zona en la que estoy y entre sonrisas y pullas nos ha venido a decir que sí salaos, que mola lo de los Derechos Humanos pero que la cosa está caliente y más que se puede poner. Todo un lujazo.

Porque no oímos que desde que comenzó este año más de 30 defensores de Derechos Humanos han sido asesinados en Colombia, tampoco oiremos que todos los días hay combates que no deja de ser un modo curioso de avanzar en un proceso de paz...

Pero como hemos venido a batir records, seguiremos en ello porque cuando, en cuatro meses, llevas más de 280 horas montado en un transporte y has pasado más del 60% de los días durmiendo fuera de tu "casa" significa que no hay listón imbatible.


El próximo post, será de vacaciones y será happy de la vida. I promise.

Mientras escribo escucho: On the road again. Willie Nelson pero otros días se me pone alma de We are the road crew. Motorhead

domingo, 27 de julio de 2014

Todo comenzó mal

Cuando a mi compañera le extraviaron la mochila entre cambio de buseta, viaje en moto, buseta de nuevo, taxi pirata y demás. Eso significaba que me tenía que pasar tres semanas sin tienda de campaña y que me iba a tocar dormir al raso. Pero al puro raso, es decir esterilla al suelo y saco de dormir y listo.

Y esa no fue el mejor modo de pasar las tres semanas y pico que pasé en el Refugio Humanitario de la vereda de Mesitas en el Municipio de Hacarí.

Un Refugio Humanitario es una figura reconocida y auspiciada por el Derecho Internacional Humanitario (DIH para los amigos) que son las normas internacionales que rigen los conflictos armados y, en Colombia, hay uno que dura ya más de 50 años. A grosso modo el DIH se conforma en una serie de articulados que pretenden proteger a la población civil de las acciones armadas de las partes en conflicto porque, como en todas las guerras, quien se lleva la peor parte es la gente corriente que tiene la mala suerte de vivir donde se desarrolla la guerra.

Y un Refugio Humanitario se conforma en situaciones insostenibles de violación de Derechos Humanos (DDHH para los conocidos) y eso es lo que estaba pasando en esa zona y, por ello, se conformó ese refugio que no deja de ser un espacio físico delimitado donde ningún actor armado puede entrar ni actuar y lo debe respetar y donde la población civil acude para estar protegida.

La zona en cuestión es uno de los núcleos de la guerra más serios en Colombia, en esa zona confluyen las tres guerrillas y, con ellas, los constante operativos de Policía y Ejército. Además, sucede lo que sucede siempre en una guerra. Si hay una guerra es por intereses y por dinero o posible dinero. A nadie le interesa el campo como tal, por sus vacas y sus palos de yuca. El Catatumbo, en este caso, interesa porque es un yacimiento impresionante de carbón, oro, coltan y otras cosicas apetecibles.

La cosa se puso más bonita cuando el ELN decidió "celebrar" su 50 aniversario con un paro armado que viene a ser que en 72 horas ellos "mandan" no se podía circular por los caminos y el comercio debía estar cerrado. Una buena manera de respetar los DDHH y el Refugio Humanitario.

El caso es que cuando la cosa se pone fea nos llaman a nosotros y ahí que vamos, estamos, sufrimos, convivimos e intentamos comprender a la gente de allá. Duro y bonito a la vez. Porque lo de Colombia no deja de ser una guerra, una guerra que dura ya 50 años.

Una guerra demoledora en cifras donde se estima, según la Unidad de Víctimas, que entre los años 1985 y 2013 más de 6,2 millones de colombianos han sido víctimas del conflicto armado. Casi 5,5 millones de personas desplazadas de sus hogares por la guerra, más de 700.000 homicidios, más de 144.000 personas amenazadas, más de 76.000 personas que han perdido sus bienes o más de 57.000 personas víctimas de combates y atentados. Y estas son cifras registradas y de casos reconocidos; los casos no denunciados o no reconocidos convertirían estas cifras en realmente insoportables.

Y es que Colombia es el país de Latinoamérica que más dinero destina al gasto militar con respecto del producto interno bruto (PIB), y que de 2009 a 2012 ha rondado el 3,5%, según el Instituto Internacional de Estudios para la Paz (SIPRI) de Estocolmo y el Banco Mundial.

Sin embargo, la guerra no es como nos la han contado en las películas. Si esperas encontrarte con don bandos claramente definidos atrincherados luchando en un campo de batalla por avanzar y conquistar puntos estratégicos del enemigo eso no sucede.

Y es que la guerra es diferente. En Colombia, la guerra es asimétrica ya que hay zonas del país donde ni se percibe y en otros donde no la ves pero la percibes constantemente. Hay una grandísima diferencia en las percepciones y las vivencias entre las zonas rurales y las zonas urbanas. Y esta es una de las claves.

Porque Colombia tiene un crecimiento económico envidiable hasta un 4,1% en 2013 y se espera que crezca hasta el 4,5% en 2014, según el Banco Mundial, pero donde la redistribución de la riqueza no fluye ya que un tercio de la población vive por debajo del umbral de la pobreza según datos del propio Gobierno colombiano y no existen las protecciones sociales universales, tal y como las entendemos en Europa.

Según el Cerac y el PNUD se estima que sin guerra los crecimientos anuales rondarían el 8% y se generarían 250.000 nuevos empleos, todo un golpe a la pobreza.

Esta pobreza es especialmente dura en las zonas rurales y es en estos lugares donde surgieron y se refugian las guerrillas y, por eso, la guerra se disputa en estas zonas. En estas zonas rurales, en especial en el Catatumbo, los hostigamientos a la población civil son constantes tanto por parte de la guerrilla como por el ejército generando una constante situación de miedo, inseguridad y de vulneración de los DDHH de estas personas.

Aquí percibes que la guerra está integrada en la vida cotidiana en el día a día. Tan pronto ves al ejército en la plaza del pueblo o constantes idas y venidas de helicópteros, como se escuchan ráfagas y luego te enteras que casi alcanzan a militares y unos niños que andaban por ahí.

Sales a hacer tu trabajo de acompañamiento y no ves a ningún actor armado pero sabes y percibes que te están observando posiblemente ambos bandos. Y al final, como en toda guerra, quien sufre y paga los platos rotos es la población civil que sólo quiere seguir estando orgullosa de vivir en su país y trabajar su tierra.

Así que ni me enteré que pasaron los sanfermines (mejor) aunque sí que voy a echar de menos las fiestas de Estella, ni sé cual es la canción del verano y justo vi la Final del Mundial de incógnito y escondiendo las cervezas que me regalaban porque, de servicio, ni gota de alcohol... se supone.

Y tras haber ordenado unas cosicas de la cabeza y otras del corazón ya han pasado tres meses y en breve toca salir de nuevo pero ya planeo unos 10 días en la costa colombiana con un poco de surf, un algo de submarinismo y bastante cerveza y, lo mejor de todo, unas navidades en Brasil.


Así es la vida del cooperante, amigos.

Mientras escribo escucho The Herbalaiser: "The missing suitcase"

domingo, 22 de junio de 2014

Esperar

I am a patient boy
I wait, I wait, I wait
My time is water down a drain

Esperar es algo que nunca se me ha dado bien, supongo que porque soy más de hacer cosas y de tomar decisiones, aunque me equivoque, que de ver venir las cosas. Tampoco es que sea especialmente impaciente pero no me gusta no poder hacer cosas. Y se suele decir que el que espera, desespera pero yo tengo un mecanismo que cuando ha pasado un tiempo, no medible ni concreto, de espera me desconecto del tema, persona, situación o asunto.

El caso es que llevo unos días sólo en la casa haciendo trabajo de oficina porque tengo a mis compañeros de acompañamiento y seguiré así, de espera, hasta el martes por la noche o el miércoles por la mañana. Somos tres y tres son multitud, de siempre se ha sabido, aunque hay tríos fantásticos y tridentes demoledores. Sea como fuere, en este caso, no se me ha activado ese mecanismo, se me ha activado otro que no sabía que lo tenía que es de la preocupación por cusas ajenas.

Viene a ser como la vergüenza ajena pero en plan madre, sospecho...

Que ando pendiente de mis compañeros y me preocupo por ellos aunque, en realidad, creo que es porque me aburro un poco mientras espero mi momento y me da tiempo para pensar en las cosas de la vida y seguir esperando y no me gusta esperar porque es un modo de ver pasar la vida y yo la prefiero pasar pasándola aunque no lo vea.

En el fondo no me preocupan mis compañeros porque saben hacer las cosas muy bien pero como tengo tiempo y, espero, lleno ese tiempo con cosas que cuando no espero, porque estoy a lo que estoy, no suelo hacer como preocuparme por cosas que no debería. Y todo esto sin esperar nada a cambio. Bueno sí, dejar de esperar...


Y tampoco voy a esperar más a otros flecos vitales que tengo por ahí, estos días me han venido bien para zurcirlos que no quiero que se me deshilache la vida mucho más esperando no sé a qué. The time is over.

Mientras escribo suena: Fugazi. Wating room

lunes, 9 de junio de 2014

Perspectiva

A mí siempre me ha gustado pensar que la vida es como uno de esos libros que leíamos de pequeños que tenían finales diferentes según la elección que tomases en un momento determinado. Vamos que el concepto finalista de la existencia que comparten el marxismo y el cristianismo, entre otras ideologías, me la paso por el arco de triunfo las veces que sean necesarias.

Yo lo veo mucho más como un laberinto pero un laberinto perfecto, es decir, que no hay un camino bueno para salir porque no hay salida en realidad, porque tampoco hay entrada. La vida te toca vivirla en tu laberinto y vas avanzando, descubriendo rincones, abriendo puertas que te llevan a un nuevo laberinto que recorres y vuelves a buscar y a encontrar no se sabe muy bien lo qué, pero que determina el curso de tu vida.

Además, aunque todo está en el mismo momento de tiempo y espacio conforman diferentes planos de realidad y diferentes longitudes de onda. Por ejemplo, mi vida ahora es mi vida real al igual que lo era allá pero está en otro plano de realidad en el que la perspectiva es importante para que no me asalte la esquizofrenia de modo más agudo aún.

Es curioso porque veo que tengo que conjugar y mantener en equilibrio dos planos de realidad y eso me lo permite la perspectiva. Por un lado, las redes sociales me mantienen en contacto con lo que pasa allá y con mis amiguetes de allá, el skype me deja hablar con mis padres y seguir riéndome con mis sobrinos pero al salir a la calle estoy aquí y la vida aquí transcurre de otra manera y mis prioridades son otras.

Puede ser que acabar en migración a puntito de ser devuelto a casa o que te encañone un militar nervioso en un retén por la noche o que tras un viaje de tres horas en moto por caminos infectos y cinco horas de caminata para arriba y llegar a una vereda en la que ni Dios tiene huevos de subir para escuchar a la gente que vive allá que es carne de cañón de guerrilla y ejército ayude a tener esa perspectiva y cosas que allí parecen de un modo aquí son normales y viceversa.

Por ejemplo, un viaje de 12 horas en bus por caminos allí me parecería una locura, cuando aquí ya lo he hecho unas cuantas veces y es lo cotidiano. De hecho me ha dado por apuntar las horas de viaje en bus, buseta, coche, moto o mula que voy haciendo por aquí para hacer balance al final del año.

O que un día haga menos de 30 grados es tomado como un día de gloria, o que el Borbón haya abdicado y te enteres de rebote porque te lo dice un campesino en el quintocoño, o que ni te des cuenta de que llega un Mundial de fútbol, o que se me olviden las finales NBA para que todo eso sea cambiado por otras cosas como ver de cerca una guerra.

La perspectiva me obliga a estar más pendiente por la segunda vuelta de las elecciones colombianas del fin de semana que viene y de entender a gente que subsiste como puede pero que nunca pierde la sonrisa que de los debates republicanos en España o de la euskokadeneta de estos días. Todo eso me pilla de lejos y así debe ser.


Simplemente hay que estar en el plano de realidad que te toca estar y tener la perspectiva adecuada aunque sigas siendo el mismo julai de siempre. Que lo soy.

Mientras escribo suena: Perspective. Peter Gabriel

lunes, 26 de mayo de 2014

Elecciones en Colombia y lo que puede venir...

Hoy un post menos de mis cosas y más de cutreanálisis de la realidad de aquí. Será poco interesante, pero es algo que va a afectar directamente a mi trabajo y por eso me parece interesante. Además, esta mi plataforma, me permite jugar a ser sociólogo que no sirve para mucho pero me pasé seis años de carrera para tener el papel y ya que tengo papel, me lo fumo.

Advierto, que es un ladrillo desgastascrolls pero quien llegue al final tendrá su recompensa.

Vaya por delante que estas son mis impresiones y mis opiniones que no quiero que ninguno de mis amigos/as colombianos se enfaden conmigo.
Ayer, mientras ayer había elecciones europeas allá,  aquí, en Colombia, se desarrolló la primera vuelta de las elecciones Presidenciales.

Colombia tiene un sistema electoral diferente al español más parecido al francés para la elección de Primer Ministro. Dejando de lado el complejo sistema que tienen para poder tener una lista válida. Es un sistema de primera y segunda vuelta (Ballotagge).

En la primera vuelta en el que se presentan todos los candidatos y si nadie alcanza el 50% de los votos, las dos opciones más votadas pasan a pelear en la segunda vuelta en solitario. Es decir, esto no ha hecho más que empezar.
Más allá de las consideraciones acerca de la idoneidad de un sistema de elección u otro, lo verdaderamente importante es ver qué ha sucedido realmente, qué candidatos se han presentado y quiénes pugnarán por ser Presidente los próximos 4 años.

A nadie se le escapa que Colombia es un país muy particular tiene una situación geostratégica muy importante en el continente siendo frontera con Panamá y su valioso canal y siendo frontera con el demonio Venezolano y con otros países donde la nueva izquierda sudamericana va haciéndose hueco. Por esto y más cosas Colombia ha sido siempre un país mimado, financiado y desestructurado, a la vez, por los EEUU.

El único país del mundo en guerra desde hace más de 50 años donde se estima que han muertos más de 220.000 persona y más de 3,7 millones son desplazados internos por causa de la guerra, donde han convivido tres guerrillas y dos siguen en activo y donde el pie de fuerza militar y el presupuesto en "Defensa" no para de crecer (casi un 4% del PIB nacional cada año desde el año 2000 según el Banco Mundial), donde el fenómeno del paramilitarismo es cotidiano y está tan metido en la vida que hay un fenómeno llamado "Parapolítica" por el que están más de la mitad de congresistas y senadores de los últimos años imputados.

Ese gasto militar es atroz teniendo en cuenta que Colombia es un país con más de un  tercio de sus habitantes por debajo del umbral de pobreza, con infraestructuras reguleras, con un sistema sanitario de pago, sin grandes coberturas sociales, etc.

Imaginaos que un 1% de ese 4% se emplease en estos temas..., solo un 1%. Porque la economía de Colombia, en cifras macroeconómicas, crece y crece. Hasta un 4,3% en 2013 sumados a crecimientos anuales anteriores cercanos al 8%. Un país donde existe un abismo entre las grandes ciudades y sus habitantes y las zonas rurales y los suyos. Un país donde el fenómeno del Narco es transversal y sirve para financiar a las FARC, a los Paramilitares y a partidos políticos.

Un país donde parece que, por fin, un Proceso de Paz puede cuajar pero que no genera interés entre los colombianos hastiados por esta situación eterna y porque no se creen a unos y otros aunque, objetivamente, nunca se había avanzado tanto y tan firmemente en acuerdos reales. 

El Proceso de Paz requeriría un post propio porque, en realidad, firmar el acuerdo es lo de menos lo serio es la gestión del postconflicto: Víctimas, memoria, entrega de armas, desregularización de guerrilas, desmovilización de militares, desactivación de los paramilitares, reforma agraria y darle una salida de vida a tanta gente que ha tenido como trabajo la guerra.

El caso es que en Colombia las opciones de izquierda son débiles. Puede llamar la atención esto porque con tres guerrillas de corte socialista, una situación de pobreza alta y violaciones de DDHH constantes y cotidianos tanto por parte de la Fuerza Pública como de todo tipo de actores armados irregulares, podría parecer que hay una fuerza social importante de izquierdas.
Pero no. Bueno, en realidad sí la hay pero no la hay. Y trataré de explicarlo.

De todos los contendientes a la presidencia en primera ronda ninguno era claramente un candidato de izquierdas con cierto peso, excepto la candidata del Polo Democrático-UP. Lo más cercano a ella era Peñalosa, exalcalde de Bogotá, con un programa de centroizquierda. Más de centro que de izquierda, pero bueno... El resto ha sido un juego entre derecha, muy derecha y más derecha. Si creemos que el PP, en España, es de derechas aquí serían tildados de simpatizantes con la guerrila. Poca broma.

En esta situación tenemos en la fase final al actual presidente Santos y a Zuloaga, que tiene apellido vasco pero seguro que no tiene RH- ni le gusta el talo con txistorra. En ambos casos, la sombra de Alvaro Uribe, expresidente en una de las épocas más oscuras de este país, es alargada.

La historia reciente de Colombia no se entiende sin Uribe y su mano. Más allá de valoraciones personales, Uribe y el uribismo son una forma de hacer política de enfrentamiento. Guerra a base de más guerra, parapolítica y mano dura, escuchas ilegales, todo tipo de escándalos económicos, connivencia con empresas transnacionales pero da igual. Ese mensaje frentista de no negociar con terrorista y derrota armada como posibilidad cala entre el electorado más urbano.

De hecho, todo el mundo sabe que Zuloaga es su títere y quien gobernará será Uribe.

En campaña sus argumentos se han centrado en un no a las negociaciones con las FARC en La Habana. ¿Por qué? Está muy claro pero vamos a ver cómo se desarrollan los acontecimientos...

Al otro lado, el actual Presidente Santos. Que para hacernos una idea fue Ministro de Interior de Uribe en los momentos más duros de Colombia. Es decir, viene de la misma raíz aunque ahora vayan de archienemigos pero su bandera es que con él, cuatro años más, habrá un final de la violencia y una cuerdo de Paz con las FARC.

¿Y la izquierda? La izquierda en Colombia está estigmatizada. Hay un automatismo que dice que si eres de izquierdas apoyas la guerrila. Fin. Y, en este argumento, no les faltan ejemplos a la maquinaria de derechas que copan todos los medios. De hecho, la familia de Santos es propiestaria de uno de los mayores holdings de comunicación del país. Meras coincidencias...

A lo que iba. El alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, de izquierdas es un exmovilizado del M19. ¿Queda claro, no? Político de izquierdas y guerrilla. Y dale candela todo el día. De hecho se lo están intentando cargar (del puesto) por todos los medios.

Poca gente fuera de Colombia conoce lo que pasó en los años 80 con un intento de transitar de la guerra a la política por parte de una fracción muy relevante de la izquierda mediante la creación del partido Unión Patriótica (desafortunado nombre que usó Primo de Rivera en sus tiempos).

Movimientos de izquierdas, parte de la guerrilla, Partido Comunista, etc. plantearon hacer política y salir de la guerra. Su resultado fue que dos candidatos presidenciales, los abogados Jaime Pardo Leal y Bernardo Jaramillo Ossa, 8 congresistas, 13 diputados, 70 concejales, 11 alcaldes y alrededor de 5.000 de sus militantes fueron sometidos a exterminio físico y sistemático por grupos paramilitares, miembros de las fuerzas de seguridad del estado (ejército, policía secreta, inteligencia y policía regular) y narcotraficantes.

Exterminio pensado, diseñado y ejecutado...

Y esto pesa y sigue pesando porque si eres de izquierdas, de un movimiento social o Defensor de Derechos Humanos en Colombia, te la juegas. Te la sigues jugando.

Además, las propuestas de izquierda tienen arraigo en zonas rurales donde hay mucha menos población y las campañas se centran en los grandes núcleos urbanos y votar en zona rural es complejo porque hay que desplazarse horas, habrá retenes militares, etc. Se desactivan, de facto, las zonas rurales para votar.

Así las cosas, ahora sólo queda decidir entre derecha y más derecha. Santos enarbola la bandera del proceso de Paz y Zuloaga enarbola seguir la guerra y eliminar al enemigo. Y las opciones de izquierda deben decir a sus electores que voten por Santos y eso no deja de ser siniestro. Pero es lo que hay.

Así veo yo este precioso país con gente encantadora. Al fin y al cabo entiendo a todas las partes, de un modo u otro, los colombianos, como todos, quieren vivir tranquilos y con seguridad aunque esos objetivos puedan ser obtenidos de modos antagónicos.


Si gana Zuloaga, mi trabajo se volverá más áspero y es posible que termine en España antes de lo previsto. Al tiempo.

viernes, 23 de mayo de 2014

Fluyendo

Así es como pasan los días que estoy en la casa/oficina en Barrancabermeja. 

Días largos de trabajo de oficina en una ciudad no muy bonita en la que el ambiente huele a combustible y el polvo, cuando barres, es negro como el carbón. No en vano, esta ciudad sólo es conocida por tener la mayor refinería de petróleo de todo Colombia. Como atracción turística no está nada mal...

Desde el incidente de hace unas semanas nos han dejado en toriles para que se calme la cosa pero, mis compañeros y yo, estamos como locos por calzarnos las botas, ponernos el chaleco, coger la mochila y salir de acompañamiento al campo de nuevo. 

Porque preparar reuniones, hacer informes está muy bien pero aquí uno ha venido a estar con la gente, dormir en el suelo y malcomer a 35 grados que sé que puede sonar raro, pero a uno le ponen esas situaciones.

Tampoco puedo quejarme porque la semana pasada anduve por Bogotá de conciertos y esta semana nos hemos escapado un par de días a San Gil que es una zona preciosa con pueblitos de postal y de paz eterna con una naturaleza increíble, de cascadas, ríos y demás. 

Y ya se sabe que nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar que es el morir y yo, antes, seguía ríos y ahora un poco menos porque no me conviene y porque un río fluye y no se puede retener y yo soy de poco retener y que la corriente es lo que tiene, que no debes nadar contra ella porque no sirve de mucho... Y mira que me gusta, el agua.

Y aquí son las 12 de la noche y allí las 7 de la mañana por eso siempre voy con retardo.

Mientras escribo suena: Lykke Li. I follow rivers

jueves, 8 de mayo de 2014

Grande y pequeño

Hoy hace tres semanas que llegué a Colombia. Como suele suceder cuando cambias radicalmente de modo de vida, de entornos, de referentes el tiempo pesa más, se hace más denso y hasta la supuesta monotonía tiene contenido.

Es por ello por lo que tengo la sensación de llevar un montón de tiempo aquí, cuando en realidad llevo bastante poco. Lo que sucede es que, por ahora, mi tiempo acá está lleno de acontecimientos y de realidad y, por eso, deja más mella en mi memoria.

En estas tres semanas me han pasado bastantes cosas que me han hecho sentirme grande, algunas pocas veces, y pequeñito, la mayor parte de las ocasiones.

La semana pasada hice mi primer acompañamiento y me sentí pequeño porque no conoces a nadie y todo es nuevo. He compartido suelo para dormir con más de 100 campesinos que abandonan sus veredas para luchar por un trocito de tierra y su carácter y su determinación por vivir donde ellos quieren hacerlo te hace sentir pequeñito. Pero a la vez te sientes grande porque confían a ciegas en ti, como si fueses una especia de héroe venido del espacio exterior armado con tu chaleco y la determinación necesaria para negociar con la fuerza pública.

Cada palmada en la espalda, cada mano que te estrechan cada vez que das la cara por ellos te hace sentir grande.

Pero esta realidad te empequeñece cuando te llevan a inmigración tras dos horas de retención en una carretera y sientes que casi sin llegar te van a poner en un avión para casa. Te haces pequeño cuando te das cuenta que tu chaleco es una tela y no tiene superpoderes ¿o si? y te vuelves a sentir grande porque no pueden contigo y puedes seguir con la tarea.

Te sientes grande cuando hablas con el Comisionado de la ONU en Colombia o con la Gobernadora del estado. Pero te sientes pequeño cuando te dicen que te retires de u nuevo acompañamiento por si acaso...

Hoy leía que era el aniversario de la publicación del "Vigilar y Castigar" de Michael Foulcault. Lo tengo más presente que nunca por aquí.

Mientras escribo suena. Gigantic. Pixies.

domingo, 27 de abril de 2014

Inmensidad y RH Negativo

Bogotá es una ciudad inmensa. La ciudad más grande que nunca vi.

Para un tipo de Pamplona acostumbrado a no tocar el coche demasiado y hacer casi todo a pie, a ir por la calle y en cosa de media hora saludar a seis o siete paisanos y que te suenen otros cinco ir a ciudades tipo Madrid nos resulta exótico y el metro una aventura divertida aunque el Cercanías nos infunde más respeto porque te lleva a lugares muy lejanos...

Bogotá, son grandes ligas.

No sé qué lugar ocupa en rankings oficiales pero en el mío es mastodóntica. Y eso lo sé porque ayer me llevaron al Cerro Guadalupe (más de 3.000 metros de altitud) y la panorámica de la inmensidad aún me perturba. 

No en vano es una ciudad de casi de 1.800 Km² y desde ese cerro se te pierde la vista intentando dimensionar la ciudad. Trayectos de casi una hora en taxi en la ciudad parecen distancias de unas pocas cuadras, de hecho el viernes un taxista no me quiso llevar a un sitio porque estaba muy lejos y además, como dicen aquí, había tremendo trancón. Vamos, lo que viene siendo un atasco del copón.

Y es que Bogotá es eso, inmensidad y tremendo trancón. Una ciudad colapsada por el tráfico donde el transporte urbano no es eficaz y es necesario tener un coche pero si lo sacas a la calle te atascas... eso pese a que tienen una normativa llama de "pico y placa" un invento de esos por los que según si tu matrícula termina en número par o impar puedes circular o no excepto los findes donde pueden circular todos los coches y el trancón ya sí que es trancón del copón coponero.

Como otras ciudades de este continente, es una ciudad de contrastes y pasas de estar en New York a estar en las 6.000 viviendas. Galerías comerciales con todas las grandes marcas, coches de alta gama y si te das una vuelta por el centro de la ciudad cambia a venta ambulante por las aceras o carros tirados por burros conviviendo con los coches.

Y hoy sigo con mis contrastes porque esta noche me monto en un autobús y tras un viaje de poco más de 400 km pero más de 9 horas me llevará de Bogotá a Barrancabermeja. De 14 grados a 32. De una capital a una ciudad de provincias meramente petrolera. De la ciudad al campo.

Además, venir aquí me ha servido para que tras 42 años sepa cuál es mi grupo sanguíneo. Acá, sin una prueba de RH no hay Cédula y sin Cédula no eres residente y yo, ya lo soy. Y además soy A negativo. RH negativo, como debe ser. Esto es mucho más importante que tener ocho apellidos vascos.

Y ni aunque soy inglés ni esto es New York, la cosa va por ahí. Por eso

Mientras escribo suena: Englishman in New York. Sting

lunes, 21 de abril de 2014

Cajas y pimientos rellenos

Caja sobre caja. 

Así es el estado de mis pocas pertenencias ahora. Mi pequeña vida empaquetada en cartón y cinta de embalar. Por supuesto, nada de marcar las cajas porque eso lo iba a dejar para más adelante y, ahora, no sé que hay en cada una de ellas... Típico.

Cuatro mudanzas en dos años y medio han logrado que cada vez la purga de pertenencias sea mayor, no obstante tengo y transporto más cosas de las que me gustaría.

Mientras clasifico, elimino, medio ordeno y empaqueto cosas voy cogiendo un par de kilos gracias a las 256 despedidas, basadas en comer, beber y otros asuntos ocasionales y al síndrome materno de: "Come de esto que ya veremos qué comes por ahí". 

Hasta que sin previo aviso la amatxo ataca con una cazuela de pimientos rellenos. Sus pimientos rellenos... Hace años que no los hacía porque es un trabajo de muchas, muchas horas y a la mujer le da pereza. Ahí me di cuenta de la gravedad del asunto. 


Así que entre cajas, comidas al límite de la emoción, despedidas constantes me quedan dos días para marchar que ya va siendo hora.

El próximo post desde Colombia. Y punto.


Suena mientas escribo: Living in a box. Living in a box

jueves, 10 de abril de 2014

El porqué de las cosas

Un trato siempre hay que cumplirlo porque es la base de la confianza. Ya sabes, si tú me cuidas, yo te cuido...

Con este post comienza mi blog acerca de lo que me va a ir sucediendo a partir de la semana que viene en otro lugar, con otro trabajo, con otra situación... 

Muchas veces no sé explicar porqué he decidido irme a Colombia... muchas personas lo entienden en clave de experiencia, de vivencia pero para mi es diferente. Creo que siempre he querido ser así y hacer las cosas así pero la vida me llevó por otros caminos... Estupendos todos ellos pero diferentes. 

Cuando alguien me pregunta porqué me voy a Colombia o me comenta que hace nada volví de Boston que sino es mejor buscar algo de estabilidad aquí, que estas no son cosas de cuarentones creo que uno de mis escritores favoritos ya os lo estaba explicando a principios del Siglo XX:

"Me convertí en vagabundo por la cantidad de vida que había dentro de mi, por la pasión de viajar que palpitaba en mi sangre y que no me dejaba tranquilo.

Emprendí el camino porque no pude evitarlo, porque no llevaba en los bolsillos de mis vaqueros suficiente dinero para un billete de tren, porque no poseía el mismo carácter que aquellos que trabajan toda su vida en un único empleo de largas jornadas laborales.
Y, en fin, porque es implemente más fácil irse que quedarse..."

Jack London. "The Road"

El 24 me voy.

Mientras escribo suena: Why?. Annie Lenox