domingo, 22 de junio de 2014

Esperar

I am a patient boy
I wait, I wait, I wait
My time is water down a drain

Esperar es algo que nunca se me ha dado bien, supongo que porque soy más de hacer cosas y de tomar decisiones, aunque me equivoque, que de ver venir las cosas. Tampoco es que sea especialmente impaciente pero no me gusta no poder hacer cosas. Y se suele decir que el que espera, desespera pero yo tengo un mecanismo que cuando ha pasado un tiempo, no medible ni concreto, de espera me desconecto del tema, persona, situación o asunto.

El caso es que llevo unos días sólo en la casa haciendo trabajo de oficina porque tengo a mis compañeros de acompañamiento y seguiré así, de espera, hasta el martes por la noche o el miércoles por la mañana. Somos tres y tres son multitud, de siempre se ha sabido, aunque hay tríos fantásticos y tridentes demoledores. Sea como fuere, en este caso, no se me ha activado ese mecanismo, se me ha activado otro que no sabía que lo tenía que es de la preocupación por cusas ajenas.

Viene a ser como la vergüenza ajena pero en plan madre, sospecho...

Que ando pendiente de mis compañeros y me preocupo por ellos aunque, en realidad, creo que es porque me aburro un poco mientras espero mi momento y me da tiempo para pensar en las cosas de la vida y seguir esperando y no me gusta esperar porque es un modo de ver pasar la vida y yo la prefiero pasar pasándola aunque no lo vea.

En el fondo no me preocupan mis compañeros porque saben hacer las cosas muy bien pero como tengo tiempo y, espero, lleno ese tiempo con cosas que cuando no espero, porque estoy a lo que estoy, no suelo hacer como preocuparme por cosas que no debería. Y todo esto sin esperar nada a cambio. Bueno sí, dejar de esperar...


Y tampoco voy a esperar más a otros flecos vitales que tengo por ahí, estos días me han venido bien para zurcirlos que no quiero que se me deshilache la vida mucho más esperando no sé a qué. The time is over.

Mientras escribo suena: Fugazi. Wating room

lunes, 9 de junio de 2014

Perspectiva

A mí siempre me ha gustado pensar que la vida es como uno de esos libros que leíamos de pequeños que tenían finales diferentes según la elección que tomases en un momento determinado. Vamos que el concepto finalista de la existencia que comparten el marxismo y el cristianismo, entre otras ideologías, me la paso por el arco de triunfo las veces que sean necesarias.

Yo lo veo mucho más como un laberinto pero un laberinto perfecto, es decir, que no hay un camino bueno para salir porque no hay salida en realidad, porque tampoco hay entrada. La vida te toca vivirla en tu laberinto y vas avanzando, descubriendo rincones, abriendo puertas que te llevan a un nuevo laberinto que recorres y vuelves a buscar y a encontrar no se sabe muy bien lo qué, pero que determina el curso de tu vida.

Además, aunque todo está en el mismo momento de tiempo y espacio conforman diferentes planos de realidad y diferentes longitudes de onda. Por ejemplo, mi vida ahora es mi vida real al igual que lo era allá pero está en otro plano de realidad en el que la perspectiva es importante para que no me asalte la esquizofrenia de modo más agudo aún.

Es curioso porque veo que tengo que conjugar y mantener en equilibrio dos planos de realidad y eso me lo permite la perspectiva. Por un lado, las redes sociales me mantienen en contacto con lo que pasa allá y con mis amiguetes de allá, el skype me deja hablar con mis padres y seguir riéndome con mis sobrinos pero al salir a la calle estoy aquí y la vida aquí transcurre de otra manera y mis prioridades son otras.

Puede ser que acabar en migración a puntito de ser devuelto a casa o que te encañone un militar nervioso en un retén por la noche o que tras un viaje de tres horas en moto por caminos infectos y cinco horas de caminata para arriba y llegar a una vereda en la que ni Dios tiene huevos de subir para escuchar a la gente que vive allá que es carne de cañón de guerrilla y ejército ayude a tener esa perspectiva y cosas que allí parecen de un modo aquí son normales y viceversa.

Por ejemplo, un viaje de 12 horas en bus por caminos allí me parecería una locura, cuando aquí ya lo he hecho unas cuantas veces y es lo cotidiano. De hecho me ha dado por apuntar las horas de viaje en bus, buseta, coche, moto o mula que voy haciendo por aquí para hacer balance al final del año.

O que un día haga menos de 30 grados es tomado como un día de gloria, o que el Borbón haya abdicado y te enteres de rebote porque te lo dice un campesino en el quintocoño, o que ni te des cuenta de que llega un Mundial de fútbol, o que se me olviden las finales NBA para que todo eso sea cambiado por otras cosas como ver de cerca una guerra.

La perspectiva me obliga a estar más pendiente por la segunda vuelta de las elecciones colombianas del fin de semana que viene y de entender a gente que subsiste como puede pero que nunca pierde la sonrisa que de los debates republicanos en España o de la euskokadeneta de estos días. Todo eso me pilla de lejos y así debe ser.


Simplemente hay que estar en el plano de realidad que te toca estar y tener la perspectiva adecuada aunque sigas siendo el mismo julai de siempre. Que lo soy.

Mientras escribo suena: Perspective. Peter Gabriel