La muerte traumática de uno de
mis ídolos de juventud, que esos son los buenos ídolos, ha hecho que tras un
año de no tocar el blog me hayan entrado ganas de escribir.
No sé si es que no he tenido nada
que expresar en un año pero el suicidio de Chris Cornell me ha afectado y no
tanto como porque ese artista que siempre me encantó se ha suicidado, sino
porque me ha removido y cuando me remuevo mi cabecita se activa demasiado.
Tranquilos no está entre mis planes suicidarme sin llevarme por delante al
menos 8 o 10 hijosdeputa antes así que no hay peligro.
Como decía, Chris Cornell hizo
parte de mis ídolos de juventud, de esos a los que te quieres parecer. Yo
siempre quise ser Magic Johnson en la cancha y luego Chris Mullin y a la vez,
siempre quise ser el frontman de una banda de Grunge. Y es que a mi me estalló
en la cara una extraña mezcla musical, mental y vital liderada por el
denominado Rock Radial Vasco y por la música grunge, por otro. Ya venía de un extraño
recorrido musical desde el instituto donde vivía mezclas entre Public Enemy,
Duran Duran o Statu Quo.
El caso es que la implosión del
Grunge me pilló con 20 años, siendo un afortunado porque por “la parabólica”
podía ver la MTV cuando era un canal magnífico de música. Era de la Generación
X en una Pamplona envuelta en llamas cada fin de semana donde te obligaban a
ubicarte y, de pronto, surgió la banda sonora de mi militancia verdadera. Y es
que me gustaban todos los frontman y de todos quería tener algo.
Quería ser zurdo y con cara
triste como Kurt Cobain (Nirvana), ser un loco descerebrado como Andrew Wood
(Mother Love Bone), cantar melancólicamente y so deeply como Layne Staley
(Alice in Chains), ser un chulazo como Scott Weiland (Stone Temple Pilots), ser
medio heavy como Chris Cornell (Soundgarden) y ser como Eddie Vedder (Pearl
Jam).
En realidad quería ser Eddie
Vedder y pasé años siendo un poco él. Me sé las canciones de Pearl Jam de
memoria y durante años mi look fue el de él. Pelo largo, botas, camisas de
cuadros, abrigos desarrapados, camisetas de grupos musicales debajo de esas
camisas abiertas, sudaderas con capucha… Uno de mis sueños es ir a Seattle,
ciudad de donde surgieron todas estas bandas y estuve cerca de hacerlo, pero
las cosas de la vida me llevaron por otros lados.
Soy poco dado a hacer panegíricos
y a querer tejer místicas malditas de artistas de rock atormentados que
decidieron quitarse del medio en medio de su brillantez artística. Pero la
historia del Grunge es jodida. No es una portada de la Rolling Stone.
Drogas y suicidio así fue el
destino.
Porque de toda esa lista de
nombre sólo quedamos vivos Eddie y yo. Él con 53 años y yo con 45. Todos
nuestros amigos, sus amigos los de Eddie, han muerto. Suputamadre, todos los
compañeros de Generación y de movimiento musical ya no están. Gente que ahora
no llegaría a los 55 años. Todos Malditos malditos. Malditos porque solo pude
ver en directo a Eddie y su banda Pearl Jam. Eso sí, cinco veces que espero sean
más porque Eddie se va a quedar conmigo.
Me lo debe.
Mientras escribo suena Fell on black days