lunes, 17 de julio de 2017

Eddie y yo



La muerte traumática de uno de mis ídolos de juventud, que esos son los buenos ídolos, ha hecho que tras un año de no tocar el blog me hayan entrado ganas de escribir. 

No sé si es que no he tenido nada que expresar en un año pero el suicidio de Chris Cornell me ha afectado y no tanto como porque ese artista que siempre me encantó se ha suicidado, sino porque me ha removido y cuando me remuevo mi cabecita se activa demasiado. Tranquilos no está entre mis planes suicidarme sin llevarme por delante al menos 8 o 10 hijosdeputa antes así que no hay peligro.
Como decía, Chris Cornell hizo parte de mis ídolos de juventud, de esos a los que te quieres parecer. Yo siempre quise ser Magic Johnson en la cancha y luego Chris Mullin y a la vez, siempre quise ser el frontman de una banda de Grunge. Y es que a mi me estalló en la cara una extraña mezcla musical, mental y vital liderada por el denominado Rock Radial Vasco y por la música grunge, por otro. Ya venía de un extraño recorrido musical desde el instituto donde vivía mezclas entre Public Enemy, Duran Duran o Statu Quo.

El caso es que la implosión del Grunge me pilló con 20 años, siendo un afortunado porque por “la parabólica” podía ver la MTV cuando era un canal magnífico de música. Era de la Generación X en una Pamplona envuelta en llamas cada fin de semana donde te obligaban a ubicarte y, de pronto, surgió la banda sonora de mi militancia verdadera. Y es que me gustaban todos los frontman y de todos quería tener algo.

Quería ser zurdo y con cara triste como Kurt Cobain (Nirvana), ser un loco descerebrado como Andrew Wood (Mother Love Bone), cantar melancólicamente y so deeply como Layne Staley (Alice in Chains), ser un chulazo como Scott Weiland (Stone Temple Pilots), ser medio heavy como Chris Cornell (Soundgarden) y ser como Eddie Vedder (Pearl Jam).

En realidad quería ser Eddie Vedder y pasé años siendo un poco él. Me sé las canciones de Pearl Jam de memoria y durante años mi look fue el de él. Pelo largo, botas, camisas de cuadros, abrigos desarrapados, camisetas de grupos musicales debajo de esas camisas abiertas, sudaderas con capucha… Uno de mis sueños es ir a Seattle, ciudad de donde surgieron todas estas bandas y estuve cerca de hacerlo, pero las cosas de la vida me llevaron por otros lados.

Soy poco dado a hacer panegíricos y a querer tejer místicas malditas de artistas de rock atormentados que decidieron quitarse del medio en medio de su brillantez artística. Pero la historia del Grunge es jodida. No es una portada de la Rolling Stone.

Drogas y suicidio así fue el destino. 

Porque de toda esa lista de nombre sólo quedamos vivos Eddie y yo. Él con 53 años y yo con 45. Todos nuestros amigos, sus amigos los de Eddie, han muerto. Suputamadre, todos los compañeros de Generación y de movimiento musical ya no están. Gente que ahora no llegaría a los 55 años. Todos Malditos malditos. Malditos porque solo pude ver en directo a Eddie y su banda Pearl Jam. Eso sí, cinco veces que espero sean más porque Eddie se va a quedar conmigo. 

Me lo debe.

Mientras escribo suena Fell on black days