Así, sin darme cuenta seis son
los meses que llevo por Colombia. Como toda cifra está cargada de relatividad y
relativismo que son cosas diferentes aunque pueda parecer que son lo mismo.
Seis meses de tu vida cotidiana
son seis meses más, seis meses donde casi todo lo que te rodea lo tienes más o
menos controlado son seis meses normales, seis meses donde las necesarias
rutinas son la pauta, son seis meses. Sólo seis meses. Y no tienen que ser
malos seis meses, posiblemente sean seis meses tan buenos o más que los
anteriores aunque hay riesgos de que sean seis buenos meses del montón de los
seis meses buenos que tenga uno por ahí.
Sin embargo, cuando decides dejar
todo o casi todo y cambiar de país y meterte en una actividad poco habitual tan
bonita como intensa pero exigente en lo emocional, seis meses, además de muy
poco tiempo, son mucho más que seis meses comparados con los montones de seis
meses que ya viví.
Como ya comenté en un post
anterior es cuestión de perspectiva y, esta, va cambiando, va rotando, se va
acomodando. Dos planos de realidad con los que convivir, allá y acá y comienzas
más allá que acá y terminas acá con poca conexión vivencial con allá hasta el
punto de que comprobar que el sacrificio de un perro, por causas de riesgo de
contagio, sea debate nacional. Desde la perspectiva y el plano de realidad de
acá, esa noticia, transita entre lo increíble y lo obsceno, por ejemplo.
Será cuestión de que, como dicen
los colombianos, uno ya está amañado por acá y comprende mejor esto y lo vive
como "la realidad" y lo de allá son cosas lejanas. Y es que el 90% de
los problemas de allá, comparados con los de acá dan vergüencica. Pero todo es
cuestión de la perspectiva y del plano de realidad que te toca vivir. No hay
cualidad en el fondo de vivir los problemas o las situaciones porque, estas,
están totalmente circunscritas al momento de realidad en las que aparecen.
Y entre vueltas a la cabeza,
ubicarse en el mundo y darte cuenta de que esto tiene su punto han pasado seis
meses, seis.
Con sus apuestas fallidas porque
sino apuestas no pierdes. Pero cuando metes el perder en la batidora de lo
relativo te das cuenta que hay una ganancia. Nada que ver con el destino ni con
el que si es así es porque tenía que ser así sino que el azar y las casualidades
son buenas aliadas si quieres y sabes coger su ola.
Porque me quedé sin vacaciones
por apostar por una Observación Electoral en Bolivia, que la tenía en la mano
pero se esfumó y me quedé sin vacaciones y sin observación electoral porque se
la esfumaron por mi cuando ya me habían confirmado que iba pero el quedarme sin
ninguna de las dos opciones posibilitó que pudiera ir al sitio más bonito que
he visto desde que llegué a Colombia y, además, conociendo a gente estupenda.
¿Destino? Qué va, pura casualidad
porque era la opción tres y menos deseada. La carambola tres de tres opciones
la tercera opción de los tres tristes tigres.
Y como al final no me voy a
Brasil en navidades, me voy a Boston. Cambio calorcito por un taco de nieve y
otro de recuerdos y encuentros con buenos amigos que allá dejé. No voy a salir
perdiendo, saldré ganando. Pequeñas victorias parciales que vienen del mismo
lugar de donde vienen las apuesta perdidas.
Y, mientras tanto, sigo a la
espera de una nueva carambola y de una nueva casualidad aunque en realidad no
la espero porque la voy a buscar porque si no buscas no encuentras y sino
apuestas no pierdes. Y aquí hemos venido sabiendo que los ganadores son otros y,
a los demás, no nos queda otra que seguir buscando y perdiendo para poder ganar
un poquito alguna vez y buscando y perdiendo uno se hace más fuerte. Somos
duros.
Así que me esperan otros seis
meses, seis mejores, más bonitos, más intensos porque no puede ser de otra
manera. Y cuando pase estos nuevos seis meses ya habré pasado doce aquí, pero
eso será otra historia aunque en realidad será parte de la búsqueda de una
nueva carambola o casualidad que no sé si me llevará allí, allá o acá, contigo,
sin ti o todo lo contrario.
Mientras escribo suena: Not time to play. Guru