Hay cosas que cuesta afrontar,
contar, expresar aunque sea por este canal que ya no leerá más que algún
perdido de la vida. Pero como es mi canal, dejo abierta esa rendija a quien se
asome aunque sea por error.
3 años hace ya del momento más difícil
que jamás pasé en mi vida. Cambio radical que me cambió para siempre. Desde
entonces no soy el mismo, puede parecer que sí, pero no.
No, no tuve problemas de salud ni
se me murió nadie. Simplemente el que mató fui yo y aunque no pulsé ningún
gatillo ni le retorcí el pescuezo a nadie asesiné algo demasiado bonito que se
había gestado durante 11 estupendos años. Los mejores de mi vida, sin duda.
Morir matando. Matar y suicidarme
emocionalmente a la vez. Lo del suicidio lo llevo mejor. Al fin y al cabo lo
que uno haga consigo mismo es su propia jurisdicción y uno se suicida como
quiere. Lo malo es cuando a tu lado dejas víctimas inocentes. Eso no se levanta
en 3 años y sospecho que tampoco en 33 y uno se lleva eso en las espaldas y en
la garganta porque sino este nudo que tengo ahora no me lo puedo explicar...
Todo no se puede tragar, se queda ahí recordándote qué haces y quién eres. Es
bueno no olvidar.
Y aunque quisiera olvidar, en
realidad no quiero que pase. Si olvidas no te acuerdas y si no te acuerdas
vuelves a una especie de tabula rasa y no. Tabula rasa ni por asomo. Porque un
dinamitero no tiene que olvidar que buscó el explosivo, lo colocó (mal) y no
tuvo el valor de pulsar el botón, se lo tuvo que pulsa la víctima por él.
Podría parecer cobardía, pero no
lo parece. Fue, es y será cobardía. Y uno tiene que cargar con eso con ser un
dinamitero cobarde y en ello estoy aunque hayan pasado tres años. Tres años.
Hice una apuesta y el que no
apuesta no pierde y, en el balance, gané y perdí. No sé cuánto de cada, el caso
es que mi vida se transformó y aún ando en proceso de ensamblaje.
Lo realmente curioso es que de
esa explosión no controlada ha surgido vida que de otro modo no habría surgido.
Es la gran paradoja de todo esto. De los pedazos de algo y del dolor surge algo
bonito que aún no conozco en persona porque estoy lejos.
Claro es que en eso también soy
experto, en huir. Explosioné un proyecto de vida y me marché a Boston como el
terrorista que tiene perfectamente pensado el plan de actuación y escape pero
sin tenerlo tan preparado saliendo a la carrera del lugar del crimen y dejando
un montón de evidencias en la huída.
Tres años huyendo. Tres países.
Cuatro domicilios. Tres años a caballo entre dos ciudades. Pero por mucho que
uno huya hay cosas que se vienen con uno.
Afortunadamente, parte del
desastre está reconstruido y aunque aún me cuesta mirar a los ojos a esa
persona, porque la culpa es buena tenerla presente sin que te arda demasiado,
pero presente, logramos volver a reírnos porque llorar ya se lloró demasiado.
3 años han pasado pero lo
recuerdo como si fuese hoy porque no lo quiero olvidar porque si olvidas no te
acuerdas y podemos volver a pulsar el botón de implosión vital como si fuese la
primera vez y yo, con un suicidio, ya tengo bastante.
Y como tengo mucho de cobarde que
huye se me da mejor las gracias que dar otras cosas, por ejemplo explicaciones.
Gracias para siempre.
Mientras escribo escucho: Explosions in the sky. The only moment we were alone