Estoy batiendo records. Mis propios records. Todo son
plusmarcas personales en diferentes ámbitos y tiene la pinta de que, a lo largo
de este mes, seguiré superándome. Me siento una especie de Sergei Bubka de mis
propias cosas. Mi listón es cada vez más alto, pero la realidad hace que lo
siga superando.
Desde que llegué a Colombia llevo un registro de las horas
que he pasado en transporte del tipo que sea da igual bus, buseta, coche, moto,
mula, canoa..., así como de las noches que paso viajando (el viejo truco de
viajar de noche y ahorrarte el alojamiento) y, además, las noches que duermo
fuera de nuestra casa.
Los resultados parciales, es decir en los primeros cuatro
meses, prometen un año en movimiento y fuera de lo que es el concepto de
"casa". Y es que aunque siempre me ha gustado ir de aquí para allá
soy casero y me gusta pasar días enteros en casa sin grandes cosas de hacer.
Tener un refugio un lugar donde en tu guarida eres dueño de tu destino: el sofá.
Mis compas me dicen que estoy colgado pero a la vez les
genera mucha curiosidad saber, con datos, lo que ya sabemos. Que esto es un no
parar y que nos convertimos en unos seres itinerantes porque cuando paramos y
pasamos tres días en la casa nos agobiamos.
De hecho, llevo una semana fuera y todo indica que no
volveré hasta el 23 de septiembre y no me importa porque, en el fondo, no tengo
casa aquí y percibo que cada minuto que paso involucrado con la realidad de
este país es un minuto de oro pero también es un constante ir hacia un objetivo
no específico porque si por ahí hay uno que dice que hay que ir partido a
partido, aquí hay que ir día a día porque nunca sabes qué puede pasar aquí y,
lo que es peor, a quien le puede pasar.
Porque uno ya ha visto aquí muchas cosas. De hecho, llevo
dos semanas recorriendo los mismos 170 kilometros (tres horas y media cada
trayecto) con el simple objetivo de que determinadas personas puedan ir y venir
a dos ciudades para preparar un evento importante y, te reconocen estas
personas, que sin nosotros no se atreven a moverse en esa zona porque es una
zona "caliente" y están amenazados.
¿Las razones? Las de siempre aquí y en todas las partes del
mundo. Los intereses económicos de las grandes corporaciones del cultivo de
palma y de Ecopetrol, en este caso. Por eso, es una sensación rara porque
simplemente estando e interviniendo cuando toca logras disuadir y espantar el
peligro al menos por ese día.
Que sí, que ya sé que siempre cuento lo mismo. Cuando me
vaya al Caribe en octubre ya hablaré de cocolocos en la playa y pibones en
bikini, pero ahora no toca.
Porque oiremos que hay en marcha un Proceso de Paz, que es
cierto, oiremos que el PIB de Colombia crece espectacularmente, que es cierto.
Pero hoy, sin ir más lejos, he visto como le enseñaban a un líder campesino
como ponerse un chaleco antibalas y cómo, repentinamente, le ha salido un
escolta en un costado. Y un líder campesino no se piense, querido lector, que
es mucho más que una persona del campo que se organiza para defender sus
derechos más básicos.
Es que también hoy (día productivo) he tenido la excitante
experiencia de reunirme con el militar de mayor graduación y comandante de la
zona en la que estoy y entre sonrisas y pullas nos ha venido a decir que sí
salaos, que mola lo de los Derechos Humanos pero que la cosa está caliente y
más que se puede poner. Todo un lujazo.
Porque no oímos que desde que comenzó este año más de 30
defensores de Derechos Humanos han sido asesinados en Colombia, tampoco oiremos
que todos los días hay combates que no deja de ser un modo curioso de avanzar
en un proceso de paz...
Pero como hemos venido a batir records, seguiremos en ello
porque cuando, en cuatro meses, llevas más de 280 horas montado en un
transporte y has pasado más del 60% de los días durmiendo fuera de tu
"casa" significa que no hay listón imbatible.
El próximo post, será de vacaciones y será happy de la vida.
I promise.