lunes, 17 de julio de 2017

Eddie y yo



La muerte traumática de uno de mis ídolos de juventud, que esos son los buenos ídolos, ha hecho que tras un año de no tocar el blog me hayan entrado ganas de escribir. 

No sé si es que no he tenido nada que expresar en un año pero el suicidio de Chris Cornell me ha afectado y no tanto como porque ese artista que siempre me encantó se ha suicidado, sino porque me ha removido y cuando me remuevo mi cabecita se activa demasiado. Tranquilos no está entre mis planes suicidarme sin llevarme por delante al menos 8 o 10 hijosdeputa antes así que no hay peligro.
Como decía, Chris Cornell hizo parte de mis ídolos de juventud, de esos a los que te quieres parecer. Yo siempre quise ser Magic Johnson en la cancha y luego Chris Mullin y a la vez, siempre quise ser el frontman de una banda de Grunge. Y es que a mi me estalló en la cara una extraña mezcla musical, mental y vital liderada por el denominado Rock Radial Vasco y por la música grunge, por otro. Ya venía de un extraño recorrido musical desde el instituto donde vivía mezclas entre Public Enemy, Duran Duran o Statu Quo.

El caso es que la implosión del Grunge me pilló con 20 años, siendo un afortunado porque por “la parabólica” podía ver la MTV cuando era un canal magnífico de música. Era de la Generación X en una Pamplona envuelta en llamas cada fin de semana donde te obligaban a ubicarte y, de pronto, surgió la banda sonora de mi militancia verdadera. Y es que me gustaban todos los frontman y de todos quería tener algo.

Quería ser zurdo y con cara triste como Kurt Cobain (Nirvana), ser un loco descerebrado como Andrew Wood (Mother Love Bone), cantar melancólicamente y so deeply como Layne Staley (Alice in Chains), ser un chulazo como Scott Weiland (Stone Temple Pilots), ser medio heavy como Chris Cornell (Soundgarden) y ser como Eddie Vedder (Pearl Jam).

En realidad quería ser Eddie Vedder y pasé años siendo un poco él. Me sé las canciones de Pearl Jam de memoria y durante años mi look fue el de él. Pelo largo, botas, camisas de cuadros, abrigos desarrapados, camisetas de grupos musicales debajo de esas camisas abiertas, sudaderas con capucha… Uno de mis sueños es ir a Seattle, ciudad de donde surgieron todas estas bandas y estuve cerca de hacerlo, pero las cosas de la vida me llevaron por otros lados.

Soy poco dado a hacer panegíricos y a querer tejer místicas malditas de artistas de rock atormentados que decidieron quitarse del medio en medio de su brillantez artística. Pero la historia del Grunge es jodida. No es una portada de la Rolling Stone.

Drogas y suicidio así fue el destino. 

Porque de toda esa lista de nombre sólo quedamos vivos Eddie y yo. Él con 53 años y yo con 45. Todos nuestros amigos, sus amigos los de Eddie, han muerto. Suputamadre, todos los compañeros de Generación y de movimiento musical ya no están. Gente que ahora no llegaría a los 55 años. Todos Malditos malditos. Malditos porque solo pude ver en directo a Eddie y su banda Pearl Jam. Eso sí, cinco veces que espero sean más porque Eddie se va a quedar conmigo. 

Me lo debe.

Mientras escribo suena Fell on black days

martes, 10 de mayo de 2016

Dos años

Nunca fui muy bueno en física.

De hecho, tuve que repetir el antiguo COU por tener suspendida la Física y Química de 3º de BUP. Pero siempre me fascinó el sentido del espacio y el tiempo como conceptos relativos. Y es que dos años pueden ser algo insignificante o toda una eternidad. Cuando tienes 44 años has vivido unos cuantos pares de 2 años, muchos de ellos anodinos, con apariencia insignificantes aunque uno se esfuerce por vivir cada año de su vida.

Era un 24 de abril de 2014 cuando aterrizaba en Bogotá. Ni era la primera vez que cruzaba un océano ni la primera vez que iba a vivir en un país diferente al mío. Tampoco era nueva la sensación de haber medio empacado una vida anterior y tener cierta sensación de huida.

No sé muy bien por qué la gente de IAP confió en mí como voluntario y no sé tampoco en qué momento de venir para un año con unas tareas y funciones concretas, la cosa devino en dos años con otras tareas y funciones. De pasar más de 680 horas viajando en bus de un lado a otro y de dormir 171 noches fuera de casa a estar más centrado en asuntos de gestión, de informes, de equipo. Supongo que es la vida que te lleva y yo soy bastante de dejarme llevar.

Dos años, el primero mirando mucho allá y el segundo mucho acá. Son las dinámicas de reubicar planos de realidad vitales. Comienzas una vida acá con los anclajes allá y, poco a poco, diferentes anclajes de allá se van soltando y vas generando nuevos acá. Eso se llama "estar amañado" en este país y será que sí. Nuevas palabras y expresiones, maneras de funcionar, comidas, costumbres, etc. dejan de ser nuevas y pasan a ser parte de tu cotidianeidad.

Estar en Colombia en este momento histórico para este país lo considero una suerte. Comprobar cómo el trabajo de las organizaciones con las que colaboramos y que tanto han sufrido comienza a tener sentido. Que todas las penurias sufridas desde amenazas, pasando por desplazamientos forzados y terminando en asesinatos pueden tener su fin y conseguir un país en Paz, es emocionante.

Desde que llegué aquí he tenido 14 compañeros y compañeras diferentes dentro de IAP y he podido comprobar cómo nuestro trabajo fortalece el trabajo de las organizaciones campesinas y han habido mucho momentos maravillosos pero también momentos bastante duros.

No puedo olvidar que a los 9 días de llegar a Colombia y en mi primer acompañamiento terminé retenido más de dos horas por la Policía y trasladado a Migración con mi compañera Eva. No había llegado y ya me veía de vuelta en casa. Tampoco se me olvidará estar dos horas y media retenido por la Infantería de Marina en el Río Guayabero con más de 700 campesinos en barcas a la deriva con mi compañero Julio. Complicado no tener presente el momento de captura y detención de Esmer Montilla (Presidente de la Fundación DHOC) y la posterior visita a la cárcel de Villavicencio con mi compañera Laura. Imposible no tener presente William Castillo, asesinado hace unas semanas, y con el que estuve en una comisión de verificación en el Bagre departiendo y charlando con mi compañera Ana.

Pero como me decía el otro día Don Gilberto, uno de los históricos líderes de la Asociación Campesina del Rio Cimitarra, con esa voz calmada y siempre pedagógica que tantos años de persecución, de señalamientos, de compañeros caídos por trabajar por las comunidades campesinas y los Derechos Humanos iban a terminar. Tenían que terminar, no queda otra opción.

El caso es que hoy hace dos años que llegué a Colombia y tras tanto tiempo de navegar en la vida tengo la sensación de que he encontrado mi lugar en mi mundo, por este momento, y también tengo la sensación de que tengo el trabajo que siempre quise tener y que me ha costado más de 25 años darme cuenta de ello.


Supongo que es el primer trabajo que he tenido en el cual he entendido la lógica de la tarea de principio a fin. El porqué de las cosas y tengo claro quiénes son los "buenos" y quiénes los "malos" y nosotros somos de los buenos, de eso no tengo ninguna duda.

Mientras escribo escucho: Two more years. Bloc Party

viernes, 8 de mayo de 2015

No me gusta olvidar

La verdad es que tenía este rincón abandonado... No por no tener cosas que contar sino porque, posiblemente, no he tenido la necesidad de hacerlo o simplemente me agarró la pereza...

Y es que creo que he conseguido sacar de la popularidad este blog y si alguien cae por aquí bienvenido pero es que ahora estoy escribiendo para mí porque hoy ha pasado algo fantástico. Hoy, por primera vez, he podido escuchar completa la canción que voy a poner debajo sin que al segundo acorde me derrumbase. Hoy, más que nunca, quien me lea tiene que hacerlo escuchando esa canción.

Hoy, siendo un día más de mi vida, va a ser un día que no voy a olvidar y es paradójico porque esto va sobre el paso del tiempo y el olvido. Olvido no como peyorativo sino como efecto del paso del tiempo.

Los recuerdos y vivencias los veo como en un desierto y  la arena poco a poco los va cubriendo de nuevos recuerdos y vivencias y si no haces nada por mantener los antiguos recuerdos, la inevitabilidad del paso del tiempo, terminará por cubrirlos y eso, si hablamos de recuerdo, se llama olvido. Y a mí no me gusta olvidar.

El uno de septiembre de 2006 uno de mis mejores amigos murió al no poder superar una leucemia. Aunque vivíamos a 1.000 km de distancia desde el día que nos conocimos la conexión fue total y la amistad intensa. Como estaba realmente enfermo, un par de meses antes, estuve viéndole y fue bonito porque, de alguna manera y sin hablarlo claramente, nos despedimos. Los dos lo sabíamos y cuando le puedes decir a una persona adiós cierras un círculo emocional, no quedan flecos de vida colgando y eso es bueno porque esos flecos pueden hacerse jirones y se pierde el alma deshilachada por ahí y eso duele in eternum.

Ese uno de septiembre yo estaba en un concierto de mi banda favorita de toda mi vida, Pearl Jam. Fue un concierto mágico en el que acabé llorando de la emoción que me transmitieron en el escenario. Hubo algo especial, no sé lo qué, pero lo hubo.

Tras el concierto fui a dormir y, a la mañana, siguiente cuando encendí mi teléfono móvil tenía dos llamadas de él y como diez de su novia y, en ese momento, supe que algo malo había pasado. De algún modo supe que mi hermano del alma, Eladio, había muerto. Y tuve que llamar a su novia y me lo confirmó...

Hasta hoy no he superado que él me eligiese como una de las tres personas a las que llamo a punto de morir, porque sabía que se iba, para despedirse... Llamó y yo no estaba... Y eso no lo quiero olvidar nunca. No para hacerme daño sino para recordarle y que la arena del desierto no me borre su cara.
Y ese recuerdo lo transformé en la preciosa canción de Pink Floyd "Wish you were". Esa canción es mi recuerdo de mi compadre y hasta hoy, como ya he explicado, al escuchar los dos primeros acordes me venía abajo pero hoy, sin buscarla, ha pasado por mis oídos y no ha sucedido eso. Al contrario, la he escuchado y he sonreído.

Por eso hoy es un día especial porque creo que me he perdonado no estar al otro lado del teléfono en ese momento porque creo que ya no soy culpable de haberle defraudado en la despedida.

Hoy me siento en paz con mis recuerdos y mis fantasmas porque sé que Eladio no me lo tuvo en cuenta, porque los hermanos no se tienen en cuenta esas cosas.

Mientras escribo escucho: Whis you were here. Pink Floyd 

viernes, 9 de enero de 2015

Volver a CASA

Siempre me ha gustado ir a sitios. Y de niño no tanto porque siempre me mareaba en los desplazamientos en coche y autobús. Nadie sabe las veces que hice parar a mi padre su Renault 12 Familiar granate para que yo vomitase.

Ir y volver para volver a marcharte sabiendo que siempre puedes volver y por el camino de ir y volver te quedas, pero sabiendo que siempre puedes volver. Y la clave de irse es volver. Saber que puedes volver, porque volver significa que hay algo ahí que te espera. Porque volver, para mi a hora es volver a a casa. Para mi esa es la definición del sentimiento de "casa". 

Casa no es un sitio de paredes, suelos, ventanas y demás cacharrerías. Casa es ahí donde siempre puedes volver y vas a tener un hueco y más que un espacio físico, vas a tener un hueco emocional y un soporte para los sentimientos, Casa es que se lancen tus sobrinos al cuello, casa es reírte con tu madre mientras te miras a los ojos con amor infinito aunque no le vas a decir cuánto la quieres, casa es ese abrazo de los de apretar con un amigo, casa es la risa tonta sobre las mismas bromas de hace 20 años con tu cuadrilla, casa es la jarra de cerveza (obligada) con tus compañeros de equipo tras entrenar, casa es salir por Pamplona a pasear y saludar a doce personas en una hora. Esa es mi CASA.

Lo bueno de eso es que esa casa siempre la voy a tener ahí aunque me vaya y por el camino me quede en otras ubicaciones geográficas. Lo bueno y lo malo de ir y quedarte es que se generan nuevas pequeñas "casas" emocionales. Nada que ver con la "CASA" que conecta directamente con tus raíces y con tu sentimiento de pertenencia y que da sentida a qué, quién y cómo eres. Esa CASA está revestida de tu identidad más primitiva más auténtica es la única razón por lo que dejaría todo, robaría y hasta mataría (no es broma).

Pero las nuevas casas más pequeñitas están ahí recordándote que dejaste pedacitos de ti en ellas y que también quieren sus cuidados y uno, en realidad, también quiere volver a esas casas. Esto me acaba de pasar al volver a Boston estas navidades tras más de dos años y medio tras mi marcha de allá. Boston, como ciudad, siempre será especial para mi pero lo será en tanto en cuanto siga teniendo personas que me interesan allá porque son esas personas las que me hacen ir.

Pero es curioso porque mientras estaba disfrutando en Boston, echaba de menos Colombia y mucho más las navidades en CASA y es que creo que tengo un claro riesgo de disgregación emocional por ubicación y, sobre todo, por desubicacion.

Pero es que, como ya he comentado en otros posts, me he dado cuenta (por fin) que carburo mejor en funcionaniento, en movimiento. Si me paro pierdo el equilibrio pero si me muevo, si voy y vuelvo pero por el camino me quedo soy mejor y soy más feliz aunque tenga sensación de desubicación a veces. Y es que mi área de confort consiste en estar tensionándola y buscar la desubicación porque en cuanto me ubico me paro y pierdo el equilibrio.

Así que no me ha quedado más remedio que seguir moviéndome sabiendo que siempre voy a tener esa CASA a la que voy a volver pero me voy a tener que marchar porque es lo mejor para mi. Y este es mi blog, así que es para mi y me ego.

¿Qué cómo estoy por Colombia? 

Tal que así. Muy bien. Superbien. Cojonudamente. Por eso ya he planteado el quedarme más tiempo del previsto inicialmente y ya no me voy a volver en mayo me volveré para julio. Este año sanfermines en casa, pero no antes. 

Toca renovar visa en marzo por un año, estar hasta junio por acá, volver a CASA y, si todo va bien, vuelta a Colombia por otra temporada. Así están las cosas mientras miro de reojo otras, claro está...

Me han "ofrecido" nuevas responsabilidades y a mi eso me pone y con ganas las tomo. Me va a tocar salir menos a región y hacer más trabajo de gestión pero a mi siempre me gustó mezclar cosas diferentes porque sino me aburro y si yo me aburro es que estoy parado y si me paro... 

Mientras escribo escucho: The London Quireboys. Take me home



jueves, 18 de diciembre de 2014

3 años

Hay cosas que cuesta afrontar, contar, expresar aunque sea por este canal que ya no leerá más que algún perdido de la vida. Pero como es mi canal, dejo abierta esa rendija a quien se asome aunque sea por error.

3 años hace ya del momento más difícil que jamás pasé en mi vida. Cambio radical que me cambió para siempre. Desde entonces no soy el mismo, puede parecer que sí, pero no.

No, no tuve problemas de salud ni se me murió nadie. Simplemente el que mató fui yo y aunque no pulsé ningún gatillo ni le retorcí el pescuezo a nadie asesiné algo demasiado bonito que se había gestado durante 11 estupendos años. Los mejores de mi vida, sin duda.

Morir matando. Matar y suicidarme emocionalmente a la vez. Lo del suicidio lo llevo mejor. Al fin y al cabo lo que uno haga consigo mismo es su propia jurisdicción y uno se suicida como quiere. Lo malo es cuando a tu lado dejas víctimas inocentes. Eso no se levanta en 3 años y sospecho que tampoco en 33 y uno se lleva eso en las espaldas y en la garganta porque sino este nudo que tengo ahora no me lo puedo explicar... Todo no se puede tragar, se queda ahí recordándote qué haces y quién eres. Es bueno no olvidar.

Y aunque quisiera olvidar, en realidad no quiero que pase. Si olvidas no te acuerdas y si no te acuerdas vuelves a una especie de tabula rasa y no. Tabula rasa ni por asomo. Porque un dinamitero no tiene que olvidar que buscó el explosivo, lo colocó (mal) y no tuvo el valor de pulsar el botón, se lo tuvo que pulsa la víctima por él.

Podría parecer cobardía, pero no lo parece. Fue, es y será cobardía. Y uno tiene que cargar con eso con ser un dinamitero cobarde y en ello estoy aunque hayan pasado tres años. Tres años.

Hice una apuesta y el que no apuesta no pierde y, en el balance, gané y perdí. No sé cuánto de cada, el caso es que mi vida se transformó y aún ando en proceso de ensamblaje.

Lo realmente curioso es que de esa explosión no controlada ha surgido vida que de otro modo no habría surgido. Es la gran paradoja de todo esto. De los pedazos de algo y del dolor surge algo bonito que aún no conozco en persona porque estoy lejos.

Claro es que en eso también soy experto, en huir. Explosioné un proyecto de vida y me marché a Boston como el terrorista que tiene perfectamente pensado el plan de actuación y escape pero sin tenerlo tan preparado saliendo a la carrera del lugar del crimen y dejando un montón de evidencias en la huída.

Tres años huyendo. Tres países. Cuatro domicilios. Tres años a caballo entre dos ciudades. Pero por mucho que uno huya hay cosas que se vienen con uno.

Afortunadamente, parte del desastre está reconstruido y aunque aún me cuesta mirar a los ojos a esa persona, porque la culpa es buena tenerla presente sin que te arda demasiado, pero presente, logramos volver a reírnos porque llorar ya se lloró demasiado.

3 años han pasado pero lo recuerdo como si fuese hoy porque no lo quiero olvidar porque si olvidas no te acuerdas y podemos volver a pulsar el botón de implosión vital como si fuese la primera vez y yo, con un suicidio, ya tengo bastante.


Y como tengo mucho de cobarde que huye se me da mejor las gracias que dar otras cosas, por ejemplo explicaciones. Gracias para siempre.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Equilibrio, poder y querer y tal y cual

Silenciosa, así es la mayoría de las muy pocas personas que leen este blog mío que está escrito a caballo entre las tripas, la contención y mis pajas mentales. Lo que comenzó siendo un ejercicio de pura vagancia y comodidad resulta que gusta... La gente rara sois realmente rara.

Y lo sé porque me lo dicen y me preguntan por nuevas entregas y, joder, si algo no soy yo es metódico y disciplinado. Escribo cuando me sale y como me sale y hay muchas veces que no sale porque no hay y donde no hay, no sale.

Porque igual alguien se piensa que yo soy muy de contar pero, que va, tiendo al hermetismo personal hasta que luego tiendo a lo contrario cuando quiero. Pero resulta que muchas personas que aprecio y me aprecian (creo, eso nunca se sabe del todo) me decían cuando me iba a venir por aquí eso de: "ya me irás contando" y yo me veía en una espiral de ir contando cuando yo no soy muy de contar y menos aún así en entregas personalizadas.

De hecho, ya no voy a publicar más en el facebook que hay nuevas entregas porque ya se me sale de lo íntimo a lo semimasivo. Y aunque me gusta el mogollón, no me gusta en las cosas mías y personales.

Así que pensé que este medio podría ser el mejor para poner mis tontunas y, mire usted, el que quiera que lea y el que no pues se libra de sufrir porque es que no soy muy de contar porque para contar tiene que salir y hay veces que no sale porque lo que uno contaría no se debe contar o no le interesa a todo el mundo. En realidad no lo pensé yo, mis compañeros del programa de Radio "Subidos a la nube" como que me obligaron y a mi si me obligan soy muy de obedecer aunque no sea muy de contar.

Tampoco ha pasado nada especial, más bien estoy teniendo un giro (uno más) en la forma de percibir esto y aquello. Ahora he entrado en fase de post, estoy pensando, mirando, dando vueltas, revueltas a qué hacer, dónde ir y porqué cuando termine aquí. Que me queda medio año pero uno, aunque no sea muy de contar, sí que es prudente en según qué circunstancias y comienza a intentar manejar lo poquito que uno puede manejar de su propio destino. Porque aunque nos digan que uno maneja su destino eso es mentira y querer no es poder, querer es querer y poder es poder y si no serían sinónimos y no los son.

Y yo hago lo que puedo o lo que me dejan y no lo que quiero.

Y como no soy de contar no pienso contar el abanico de cosas que ando tocando y mirando porque alguien podría pensar que estoy perdido en la vida (cuña de ironía patrocinada) pero, quien me conoce sabe que me paso parte de mi vida maquinando situaciones y escenarios porque si me paro me mareo. Siempre en movimiento, sino pierdo el equilibrio y ya lo perdí casi hace tres años y tropecé y volví a tropezar y me volvía a caer hasta que me puse en movimiento de nuevo.

Porque, sinceramente, tras estos seis meses que me quedan, que van a ser los mejores de mi vida, no sé si me quedaré aquí, volveré a mi casa para volver a volverme o para no volver y devolverme a otro lugar. Total, mi vida ahora está empaquetada en un par de mochilas y el trastero de mi mejor amigo y eso me permite ser flexible y ver cómo se desarrollan los acontecimientos vitales y decidir. Porque uno no puede planear tanto como nos dijeron que podíamos porque las cosas cambian y pasan fuera del control de uno mucho más de lo que creemos.

Y, como casi siempre, se trata de cruce de caminos. Sin saber muy bien como, te vas encontrando con personas y esas personas son las que hacen que un lugar o una situación se convierta en interesante y, esto señores y señoras, se está poniendo interesante. Me gusta Colombia y habrá que hacer por ver cómo puedo retornar cuando toque marchar porque ese momento llegará porque uno hace lo que puede, no lo que quiere.

Además, si no fuese por la familia y los amigos percibo que poco tengo allá cuando comienzo a tener cosas acá y cosas son situaciones y personas de interés que desplazan a las situaciones y personas de interés que tenía antes allá porque cosas de tener, pocas tengo. Que no sustituyen pero si reemplazan en el día a día y el día a día es lo que sirve porque uno no puede controlar tanto la vida como le dicen porque yo hago lo que puedo, no lo que quiero.

Y, de paso, como no me puedo parar quieto ya me he sacado un par de cursos on line, colaboro en la distancia con otra ONG inglesa, soy la única persona que juega a basket en esta ciudad, estoy aprendiendo a bailar salsa (fin de las risas, por favor), los viajes de 12 en horas en bus no me afectan, preparo mochilas en tres minutos y las deshago en dos, me muero de ganas porque llegue diciembre y marcharme a Boston, planeo carnavales en Recife (Brasil) porque creo que se me cae Cádiz este año, la semana que viene llegan tres compañeros más y aquí seguiremos.


Y luego ver venir porque si me paro me mareo y me caigo y no me voy a caer porque luego me cuesta recoger los pedacitos que se quedan por el suelo.

Mientras escribo escucho: Power. Kayne West

sábado, 11 de octubre de 2014

Seis meses, seis.

Así, sin darme cuenta seis son los meses que llevo por Colombia. Como toda cifra está cargada de relatividad y relativismo que son cosas diferentes aunque pueda parecer que son lo mismo.

Seis meses de tu vida cotidiana son seis meses más, seis meses donde casi todo lo que te rodea lo tienes más o menos controlado son seis meses normales, seis meses donde las necesarias rutinas son la pauta, son seis meses. Sólo seis meses. Y no tienen que ser malos seis meses, posiblemente sean seis meses tan buenos o más que los anteriores aunque hay riesgos de que sean seis buenos meses del montón de los seis meses buenos que tenga uno por ahí.

Sin embargo, cuando decides dejar todo o casi todo y cambiar de país y meterte en una actividad poco habitual tan bonita como intensa pero exigente en lo emocional, seis meses, además de muy poco tiempo, son mucho más que seis meses comparados con los montones de seis meses que ya viví.

Como ya comenté en un post anterior es cuestión de perspectiva y, esta, va cambiando, va rotando, se va acomodando. Dos planos de realidad con los que convivir, allá y acá y comienzas más allá que acá y terminas acá con poca conexión vivencial con allá hasta el punto de que comprobar que el sacrificio de un perro, por causas de riesgo de contagio, sea debate nacional. Desde la perspectiva y el plano de realidad de acá, esa noticia, transita entre lo increíble y lo obsceno, por ejemplo.

Será cuestión de que, como dicen los colombianos, uno ya está amañado por acá y comprende mejor esto y lo vive como "la realidad" y lo de allá son cosas lejanas. Y es que el 90% de los problemas de allá, comparados con los de acá dan vergüencica. Pero todo es cuestión de la perspectiva y del plano de realidad que te toca vivir. No hay cualidad en el fondo de vivir los problemas o las situaciones porque, estas, están totalmente circunscritas al momento de realidad en las que aparecen.

Y entre vueltas a la cabeza, ubicarse en el mundo y darte cuenta de que esto tiene su punto han pasado seis meses, seis.

Con sus apuestas fallidas porque sino apuestas no pierdes. Pero cuando metes el perder en la batidora de lo relativo te das cuenta que hay una ganancia. Nada que ver con el destino ni con el que si es así es porque tenía que ser así sino que el azar y las casualidades son buenas aliadas si quieres y sabes coger su ola.

Porque me quedé sin vacaciones por apostar por una Observación Electoral en Bolivia, que la tenía en la mano pero se esfumó y me quedé sin vacaciones y sin observación electoral porque se la esfumaron por mi cuando ya me habían confirmado que iba pero el quedarme sin ninguna de las dos opciones posibilitó que pudiera ir al sitio más bonito que he visto desde que llegué a Colombia y, además, conociendo a gente estupenda.

¿Destino? Qué va, pura casualidad porque era la opción tres y menos deseada. La carambola tres de tres opciones la tercera opción de los tres tristes tigres.

Y como al final no me voy a Brasil en navidades, me voy a Boston. Cambio calorcito por un taco de nieve y otro de recuerdos y encuentros con buenos amigos que allá dejé. No voy a salir perdiendo, saldré ganando. Pequeñas victorias parciales que vienen del mismo lugar de donde vienen las apuesta perdidas.

Y, mientras tanto, sigo a la espera de una nueva carambola y de una nueva casualidad aunque en realidad no la espero porque la voy a buscar porque si no buscas no encuentras y sino apuestas no pierdes. Y aquí hemos venido sabiendo que los ganadores son otros y, a los demás, no nos queda otra que seguir buscando y perdiendo para poder ganar un poquito alguna vez y buscando y perdiendo uno se hace más fuerte. Somos duros.


Así que me esperan otros seis meses, seis mejores, más bonitos, más intensos porque no puede ser de otra manera. Y cuando pase estos nuevos seis meses ya habré pasado doce aquí, pero eso será otra historia aunque en realidad será parte de la búsqueda de una nueva carambola o casualidad que no sé si me llevará allí, allá o acá, contigo, sin ti o todo lo contrario.

Mientras escribo suena: Not time to play. Guru